En el mundo de la programación del entrenamiento deportivo, la periodización de los estímulos y cargas de entrenamiento y, en definitiva, el arte de la modulación de los esfuerzos físico, no hay ninguna ley que marque claramente qué hacer y que no, cuando de deportes colectivos y entrenamientos de campo se trata. Es por ello que, desde que comencé a ser preparador físico de fútbol, tuve la inquietud de poder intentar anticiparme a estados de forma no deseados.
De esta forma, comencé a estudiar todos los modelos de programación y periodización que encontré. Todos tenían sus cosas positivas, pero ningún terminaba de llenar mi forma de entender el entrenamiento en fútbol. Así, conocí el famoso (y actualmente criticado) método sRPE. Este método contempla la cuantificación de la carga de entrenamiento a través de la utilización de una escala subjetiva, como variable de intensidad, y el tiempo de la sesión de entrenamiento, como variable de volumen. Multiplicando ambos, obtenemos un valor, arbitrario, de carga de entrenamiento. Siguiendo esta estrategia, utilicé durante un tiempo este método para cuantificar la carga de las sesiones de entrenamiento que realizaba; por aquel entonces, no disponía de ningún medio tecnológico para poder controlar mucho más.
En mi forma de entender el manejo de la carga de entrenamiento en un microciclo típico (semana de entrenamiento), la carga debe aumentar hacia mitad de la semana y bajar a medida que se acerca el partido. Además, a lo largo de la temporada, esta puede ir aumentando progresivamente en la pretemporada, hasta alcanzar valores que ronden entre un 80% – 90% del máximo teórico de carga de entrenamiento que queramos alcanzar en la fase de competición. Incluso, en mi mente estaba realizar semanas alternas de más y menos carga, para evitar lo que algunos autores han denominado como «monotonía» de la carga de entrenamiento. Hasta aquí, todo bien. Comenzaba a dibujar las curas que tenía en mente, extraídas de postulados teóricos, la mayoría de ellos con poco o ningún fundamento empírico consistente en deportes de equipo y, más en concreto, en fútbol. Pero, era lo que había por aquel entonces (allá sobre 2010).
Siempre que comienzo a diseñar una intervención con cualquier tipo de deportista, comienzo con un lienzo en blanco donde establezco los objetivos generales y específicos, tanto técnico-tácticos como condicionales (incluso psicológicos). Seguidamente, estudio el calendario de competición para conocer, en la medida de lo posible, cuándo se dará cada partido. Claro, esto es posible en categorías como las que me encontraba en el inicio, donde sabía que había 38 jornadas, con un partido a la semana, en sábado o domingo. Sin embargo, incluso en ese tipo de escenarios, muchos de vosotros series reticentes a programar nada más allá de 4 semanas vista. Y es verdad, que el postulado de no programar o periodizar a tanto tiempo vista ya que es prácticamente imposible conocer el estado de forma de un deportista con tanto tiempo (y menos de un equipo), tiene toda la lógica del mundo, incluso su explicación científica. Pero, mi forma de entender en este momento de la temporada (antes de comenzar la pretemporada) la programación y la periodización, no reside en saber qué carga exactamente se va a realizar, qué ejercicio, o incluso qué velocidad utilizar. Entiendo que, en este punto, hay que dibujar en el mapa la ruta general a seguir, aquella que me guiará durante la temporada en saber qué viene después de lo que tengo que hacer esta semana que se enfrenta para, de estar forma, tener un contexto global en el que basar mis decisiones. Por supuesto, lo que se esboce en este punto, podrá y será cambiado a posteriori.
Pero, la utilización de métodos como el sRPE, los GPS, los TRIMP o, en definitiva, cualquier tipo de método de cuantificación, lo que te permite es dibujar las relaciones en la carga una vez ejecutada. Una forma que utilizan muchos compañeros en la actualidad para saber qué tipo de ejercicio o carga utilizar en cada día de la semana, teniendo siempre en mente (incluso escrito) esos días de la semana y semanas de más y menos carga, es tener categorizados los ejercicios en base a sus demandas técnico-tácticas, condicionales y psicológicas. Con una buena base de datos de ejercicios con estas características precisas podemos ir asignando cada uno de ellos e ir rellenando los huecos en función de los objetivos de cada día y semana. Sin embargo, como decía anteriormente, por aquel entonces yo no disponía de esa tecnología.
El no tener acceso a medios de este tipo me llevó a diseñar la escala TOM-Scale. Mi primera intención fue intentar, con el método sRPE, dibujar la estrategia de carga de cada día, cada semana y, en definitiva, cada fase y/o ciclo de la temporada. Con los datos que ya tenía acumulados de un tiempo utilizando el sRPE, observé cuales eran los valores medios del equipo en aquellos días en los que yo quería que la carga fuera baja, media, alta y partido. Además, podía hacer sumatorios o medias y ver si esta carga iba evolucionando y alternando durante la temporada. Así, comencé con la inquietud de, si en una sesión en concreto quería que los jugadores tuvieran una carga de, por ejemplo, 600 unidades (lo que equivaldría según el método sRPE a una intensidad de 6 multiplicado por un volumen de 100 minutos de sesión), realmente eso llegase a acontecer. Para conseguir estas 600 unidades, pensé en ir rellenando cada sesión de ejercicios, cuantificando cada ejercicio de forma aislada para al final sumar las cargas individuales de cada ejercicio, hasta llegar a las 600 unidades.
De esta forma, comencé a dibujar en Excel las famosas curvas de subida y bajada de carga tanto en la semana como en los diferentes ciclos. Sin base científica alguna y basándome en mi propia interpretación subjetiva, categoricé los ejercicios que realizaba en función de su intensidad condicional, pero utilizando la escala de Borg original de 6 a 20 puntos, ya que existe, en sujetos sanos al menos, una relación entre esta escala y la frecuencia cardíaca (de forma «bruta», 6 puntos equivalen a 60 pulsaciones por minuto, mientras que 15 puntos a 150 pulsaciones por minuto). Evidentemente, los números finales eran superiores al método sRPE que utiliza una escala de 1 a 10 puntos. Aunque esto me sirvió durante un tiempo, en aquellas sesiones en las que dividía al equipo para entrenar diferentes aspectos condicionales según grupos de jugadores por posición, observé una debilidad en este método que estaba adoptando. Por ejemplo, supongamos que un calentamiento dura 20 minutos, y tiene una frecuencia cardíaca media de 120 pulsaciones por minuto. Por tanto, su valor de carga según esta forma de cuantificar sería 20 minutos multiplicado por 12 puntos (equivalente a 120 pulsaciones por minuto), lo que daría un total de 240 unidades. Todos sabemos que un calentamiento es de las menores cargas que se suelen realizar en sesiones de entrenamiento condicionales. Ahora, supongamos un ejercicio de sprints máximos, por ejemplo, 10 sprints de 30 metros, con 5 minutos de descanso entre cada sprint. Sin contamos que un jugador puede tardar unos 6 segundos como mucho en realizar 30 metros a máxima intensidad, y que esta intensidad utilizando la escala anterior podría equivaler a un 20 (aunque no sean 200 pulsaciones por minuto, no existe ningún tipo de actividad condicional que sea más intenso a nivel general que realizar un sprint, eso es lógico), tendríamos que este ejercicio tendría una duración total de 1 minuto, donde multiplicando por una intensidad de 20, tendríamos una carga del ejercicio de 20 unidades. Por tanto, me di cuenta que este método premia el volumen sobre la intensidad, porque siempre los ejercicios más intensos se realizan durante menos tiempo (lógico).
Así, nació la búsqueda de una adaptación de este método para paliar estas diferencias. La solución que encontré fue exponencial la escala de Borg de 6 a 20 de forma parecida a la curva de lactato y otros métodos de cuantificación, como los TRIMP, donde se le da una importancia relativa a cada valor de intensidad en función de si esta se encuentra por debajo de VT1, entre VT1 y VT2 o por encima de VT2. Al hacerlo, todo comenzó a tener mucho más sentido, y ahora la nueva escala (TOM-Scale) daba un peso mucho mayor a la intensidad que anteriormente. Esto, sumado a que observé que el valor de intensidad de sesión que yo programaba coincidía sesión tras sesión con la media del equipo cuando seguía preguntando por el RPE al finalizar cada sesión, me llevó a investigar mas esta escala y publicar mi tesis doctoral en relación.
En esta entrada encontrarás información sobre esta herramienta, su validación científica e información sobre un webinar gratuito que realizará el próximo día 9 de abril a las 18.00 por Facebook Live (información más abajo).
Webinar TOM-Scale
Hora y media de webinar explicando el origen y por qué de la escala, así como su utilización, cómo instalarla y su validación científica. Únete al grupo de Facebook TOM-Scale para seguir todas las novedades y sígueme en Twitter en @aml_fc para estar atento a futuros cambios.
Descarga información y la aplicación
He creado una APP basada en Filemaker que te ayudará a controlar la carga de los ejercicios de entrenamiento de fútbol utilizando la escala TOM-Scale. Además, accede al artículo de validación científica, a mi tesis doctoral donde explico de forma más pormenorizada cómo utilizarla con ejemplos cuantificados y a una hoja de cálculo para también de forma sencilla utilizar la escala.
Nota: Los archivos están comprimidos (deberás descomprimirlos con un programa tipo programa WinRar (Windows) o similar para MAC). Si tienes el programa Filemaker 14 o superior, descarga la base de datos en crudo del primer enlace. Si quieres utilizarla en Ipad o Iphone, descarga de la AppStore el programa llamado Filemaker GO y su archivo correspondiente más abajo (cárgalo con Itunes en el programa en la pestaña aplicaciones para poder utilizarlo, NO es una APP del iOS Market). Si no tienes el programa ni quieres usarla en el IPAD, descárgate el instalador para Windows.
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